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martes, 9 de marzo de 2010

Cuando no existan los relojes

"No era un día especial, ni siquiera pensaba salir de casa. No esperaba a nadie…

Aún así, se estaba arreglando. Era un día de esos en los que necesitaba sentirse mujer, guapa y atrayente.

Se retiró el pelo de la cara con una diadema. Se quitó el chandal con el que pasaba los días en casa y se puso un pantalón corto y una camiseta sin mangas.

Mientras se llenaba la bañera se dispuso a arreglarse las uñas, sentada en su rincón favorito del salón.

Sonaba una suave música “new age”. No tenía prisa, tenía todo el día por delante.

Fuera soplaba una ligera brisa, en la costa, casi siempre, hacía algo de viento.

Como un eco lejano, le llegaba el sonido de los cantos rodados, batidos por las olas.

A mediados de mayo era cuando más bonito estaba el pueblo. Aún duraba el verde intenso en la vegetación y ya brotaban flores por doquier.

La arena de la playa estaba impoluta. Su superficie, peinada por el viento, marcaba pequeñas ondas. Los veraneantes aún no habían dejado sus huellas sobre ella.

Cuando sonaba el despertador, por las mañanas, ya lucía el sol. Se permitía el lujo de tomarse su primer café, sentada en la terraza, aprovechando sus rayos primeros.

Pero hoy era sábado. EL maldito reloj estaba escondido en un rincón del armario. Los sábados no quería saber las horas. Los sábados no existían los relojes…."

J. Castillo

(El relato y los dos dibujos son de Julia del Castillo, seguidora del blog de Alpedroches.)

1 comentario:

chopera dijo...

¡ Hola amigos de Alpedroches! Contesto a quien cree conocerme. No soy Nieves, pero la conozco. Una gran persona y una gran profesional en lo suyo.
¿ Quien recuerda las fiestas que se celebraban antiguamente?
Tocaban los mozos del pueblo las guitarras y a bailar. Todas las casas del pueblo estaban habitadas y había mucha gente joven.
¿Alguien sabe en qué casas del pueblo han robado? Hasta pronto.